Burguer del mes. «Y entonces pasó ella»
Era un día normal como otro cualquiera, quedamos en la misma plaza de siempre, en el bar de la esquina, nos pasamos la tarde riendo y contándonos anécdotas de la noche anterior, la verdad es que había sido muy divertido, hacia tiempo que no salíamos todos juntos y lo pasamos en grande.
Nos fuimos a cenar mientras discutíamos sobre la realidad y la irrealidad del amor, todo acaba girando entorno a lo mismo cuando en una misma pandilla conviven casados con solteros como en la mía. Yo defendía a capa y espada que los flechazos no existen, la camarera que me recibió esbozó una sonrisa cuando me oyó decir eso, creo que tuvo un presentimiento con lo que pasaría momentos después.
Tomamos asiento, a mi me dieron la vela para que la aguantase durante la cena y entonces llegó la camarera y nos preguntó que íbamos a cenar. Como cada vez que vengo aquí me asaltan las dudas, podría decir eso de que llegados a este punto “me gustan todas”.
Pero entonces pasó ella y todos los argumentos que había defendido durante la tarde se vinieron abajo, me teletransporté de un suspiro a cuando era niño y aquella chica morena y sus ojos saltones me hicieron suspender cuarto de primaria por falta de atención en todas y cada una de las clases.
Y es que ni yo, un fiel amante de poner entre dos panes aquello que más me gusta, hubiese imaginado en mis mejores sueños algo a la altura de lo que estaba pasando ante mis ojos.
Interrumpí a mis amigos mientras mi mirada caminaba detrás de aquella chuleta de vaca madurada durante 40 días, amenizada son salsa de boletus crujiente de parmesano, huevo a baja temperatura y canónigos, todo esto bajo dos panes frescos elaborados ese mismo día.
Cuando llegó a la mesa con su respectiva ración de patatas me presenté, le di las gracias por haber aparecido en mi vida y le juré que disfrutaría de cada bocado hasta acabar chupándome los dedos. Aplasté el huevo y dejé que la carne se empapase de este maravilloso sirope de corral, la partí a la mitad y pude ver como el chef había seguido mis indicaciones sobre el punto al que quería la carne de ternera.
Cuando conseguí volver a abrir los ojos, el amor se había vuelto a escapar de mis manos, mis amigos seguían allí sentados con sus parejas hablando sobre destinos que visitar juntos, y lo bonita que había sido la boda de Juan y Mireia. La camarera me vió triste y me trajo el brownie con helado de vainilla.
Pude endulzar en parte aquel momento de “corazón partio” , aunque me quedaré con el recuerdo y la alegría de haber estado en el lugar idóneo en el MES exacto para haberla conocido. No sé que pensáis vosotros del amor, pero os invito a que no opinéis antes de conocerla.